sábado, 12 de diciembre de 2015

Elegía Para Amanda

-Parece el sonido de un ave -dijo cerrando los ojos y contemplando la orquesta con la miel de las tostadas en sus labios.
-Quizás sea tu imaginación, yo no siento nada -respondió ella.
-Si, presta atención -agrego el-. El viento trae susurros del Sur.
-Quizás, la armonía de las diáfanas nubes altero tu visión de la verdad.
-No, mi vida, el viento me acompaña con la calidez de tus ojos.
-Quizás, las pinceladas del cuadro abandonaron sus trazos en esta madrugada sin tiempo.
-Me he visto mancillado bajo la lluvia nocturna de una anfibia bocanada de suave tormento. Te he visto a ti, bajo el yugo de mis miedos. Te vi, en los albores de un sueño extraño. Un sueño donde yo era feliz a tu lado.
-Dices que sueñas felicidad entorno a mi. Dices que tus labios dibujan la armonía que te placen. La arbolada me espera, los rosales me llaman, las marchitas historias me contagian.
-No, querida. No lo hagas, no de nuevo.
El ruego fue en vano, vio a su amada desvanecerse sobre el jardín de amapolas. Su vestido blanco se diluía en el tempero oscuro de su tierra labrada. Sus lagrimas recorrían su mejilla. El desconsuelo era su tormento.
Un gavilán se poso sobre el techo del granero.
Nunca lo aceptaría.
Amanda se había ido hacia diez años.

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